Cuando el
reloj suena,
el péndulo se
tambalea
y llama al rincón
de mi memoria.
Mientras, el sol
me extiende sus
cálidos brazos
y me saca sin
mudanza
de una casa
desconocida,
yo dirijo mi mirada
indiscreta
a una desordenada habitación
donde maduran los
recuerdos.
Digo adiós a mi
soledad
y a las noches en
vela.
Después,
me miro en el
espejo del ocaso
y veo la sombra del
olvido.
Salgo al encuentro
de la vida,
busco por calles deshabitadas
hasta que
cabalgando llego
a la frontera del
destino
donde el tiempo
muere
en la palma de mis manos.
María Sánchez
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